Las primeras asociaciones que hacemos cuando escuchamos a Bob Marley son Jamaica, un torbellino de hits y la religión rastafari. De ella viene también el consumo de marihuana y, aparentemente, un machismo a ultranza, costado poco explorado (salvo en puntuales biografías) del artista. Hay una que, por obvias razones, se tomó como la fuente más confiable: la que escribió su esposa. En 2004 se publicó No woman no cry, de Rita Marley. Hay descripciones puntillosas del cantante emblema del reggae: una pobreza franciscana. Marley era conocido en Jamaica (estaba en el grupo los Wailers), pero vivía en una choza. Sus pertenencias se resumían a un par de calzoncillos, que Rita lavaba todas las noches.
La biografía destaca aspectos que chocan de frente con la imagen que el mundo tiene del cantante. Un tormentoso cielo de infidelidades y la demoledora versión de que, tras la separación, Rita fue violada por Marley. Y que fruto de el abuso nació su último hijo. La convivencia terminó cuando la fama golpeó la puerta y, de la choza, Marley pasó derecho a vivir a una mansión en Kingston, donde la cama jamás llegó a enfriarse gracias a las constantes visitas de amantes de clase media o alta que odiaban profundamente a la esposa. Pero incluso con esa situación, Rita afirma que se ocupó de criar a algunos hijos de esas relaciones.
De ser cierta la historia, la figura de Marley pasa de ser la de un semidiós para convertirse en un fumón que, puertas adentro, contradecía la filosofía que profesaban sus letras.
Aparentemente, Jamaica se distinguía en esos años no sólo por su hierba sino también por la hom*ofobia reinante, emparentada con un machismo retrógrado. Otros biógrafos aseguran que el carácter de Marley estaba ligado a sus primeros años, cuando tuvo que hacerle frente a gánsters y muchachotes de armas tomar. En 1976 le llovió plomo cuando, en vísperas de las elecciones, lo persiguieron a punta de pistola.
Lo que no descartan las biografías es su incansable afán de conquistas. En sus giras era frecuente que su mujer quedara confinada a una habitación de hotel, mientras en el cuarto de al lado él se acostaba con otras mujeres.
Hoy el legado de Marley sigue siendo una gallina de huevos dorados: por la música y el merchandising. Pero es difícil, con 12 hijos reconocidos (se dice que son muchos más), que las cosas se manejen de modo coherente.
Disparos al sheriff
Mientras algunos aseguran que ese perfil cuestionado de lujuria y violencia fue apenas un período, su entorno familiar lo niega. Su hija Cedella habló de problemas en su infancia, de un padre abandónico y severo, que no se preocupaba cuando otras familias le prohibían a sus hijos ir a la casa de los Marley, que estaba puesta en el imaginario popular como un lupanar repleto de drogas.
La gran vinculación que se hizo entre Bob Marley y el pacifismo, de alguna manera entorpece un panorama más claro sobre la persona detrás del personaje, que cantaba sobre la policía, delitos y rebelión. Y, sin embargo, su música es un ariete melódico para que el mensaje de paz se propague.
Los entendidos dividen su obra en dos partes: la dedicada al amor y la que critica al sistema. Su esposa Rita, con quien se casó en 1966, fue quien lo empapó de la religión de los rastafaris. Cedella, primera hija de la pareja, contó que su padre soñaba con ser médico o abogado.
Ziggy Marley nació en 1968 y para el cantante –tal vez por el parecido físico– era el hijo favorito. Es el único que tomó la posta del padre, con más de cinco millones de discos vendidos.
Relaciones peligrosas
Una de las conquistas más polémicas del artista fue la nicaragüense Bianca Pérez de Macías, a la sazón, Bianca Jagger. En ese momento, Bianca estaba casada con Mick Jagger, de los Rolling Stones. Esto generó, entre otras suspicacias, que el primer músico que puso el gancho para el sello Rolling Stone Records fuera un excompañero del rasta: Peter Tosh, cuyo primer hit fue un mano a mano frente al micrófono con el propio Jagger. ¿Más datos? La canción se llama Don´t look back (No mires atrás).
Sin lugar a dudas, la relación más compleja del autor de Redemption song fue con su salud.
El 26 de junio de 1978, Marley organizó un partido de fútbol entre periodistas y su grupo. Un crítico de la revista Rock and Folk le habría pisado el pie derecho. Del incidente devinieron dolores fuertes en el dedo gordo. En la consulta con un especialista saltó un tipo de melanoma maligno. Había que amputar. Pero Bob no quiso y el dedo fue el inicio de una bola de nieve que terminó en el cementerio.
El 5 de octubre de 1980, Marley visitó Nueva York e hizo dos Madison Square Garden. En la mañana del 8 de octubre salió a correr y lo encontraron desmayado en el Central Park. El cáncer había tomado el cerebro, el hígado, el estómago y los pulmones.
A los tres días estaba otra vez en pie actuando en el teatro Stanley de Pittsburgh. No volvería a pisar un escenario. De ahí en más, hubo un derrotero por clínicas y hospitales que incluyó al doctor (y antiguo comandante de las SS, Josef Issels), un supuesto talento oculto para vencer al cáncer en Baviera (Alemania). El partenaire de Josef Mengele en Auschwitz experimentó hasta el cansancio con el cantante.
Al término del tratamiento, quedó sin fuerzas para tocar su guitarra. Lo llevaron a Jamaica, pero tuvieron que aterrizar en Miami: ya no había tiempo. A las 11.30 del 11 de mayo de 1981, falleció el hombre y nació el mito. Está enterrado con su guitarra Les Paul dorada, un fútbol, algo de porro, un anillo y una Biblia. Un final impensado para el soldado de Buffalo.
Temas Relacionados
- Sin Vergüenza
- Aventuras textuales
- bob marley